viernes, 13 de noviembre de 2009

RAMMSTEIN _ Pavelló Olímpic de Badalona _ 12.11.09


De Rammstein todo se ha dicho, todo se sabe, todo parece ya definido en sus confines y en su totalidad. Hablamos de un grupo que para muchos ha dado ya todo lo que podía, de un grupo que para otros sigue repitiendo una fórmula en sus tiempos innovadora y demoledora. Cinco personas que, a lo largo de casi 20 años, han sabido entender el lado comercial y musical de una industria, la discográfica, donde lo que parece importar más es el producto con toda su parafernalia, en el seno de la cual un mero show ya no es suficiente para seguir adelante con su maquinaria decrépita e indudablemente en crisis. Puede que muchos estén de acuerdo, puede que otros piensen diversamente, pero, sin lugar a dudas, Rammstein representan perfectamente la unión entre buena música y un directo apabullante. Encarnan un producto -si se puede llamar así- completo y lleno de indudable fascinación, son sinónimo de lo que ambicionan todas las discográficas y esperan todos los fans: la fusión de la calidad con la cantidad. El Pavelló Olímpic de Badalona fue de nuevo la arena perfectamente adornada hasta el último centímetro cuadrado libre de espectadores, fue otra vez testigo de como la expectativa de un concierto de este calibre puede desencadenar auténticas locuras. El sonido industrial de factura germánica acompañó a un escenario que estuvo a la altura y a un set list que, aunque privado de algunos temas imprescindibles, llenó los sentidos de todos y cada uno de los allí presentes.
Es indudable que el último trabajo de estudio de Till Lindeman y socios nos ofrece una obra perfectamente estudiada de cabo a rabo. Es justo afirmar que los temas que lo componen parecen haber sido escritos para el directo. Desde la épica “Rammlied”, pasando por “Liebe is für alle da”, quedó latente en el ambiente que, además de el fuego y las plataformas de acero, el impacto de Rammstein se debe sobre todo a lo que son capaces de demostrar cada vez que suben a un escenario. Provocadores, polémicos, su actuación podría ser definida como pintoresca, freak y, por supuesto, pirómana. A medida que iban pasando temas del calibre de “Feur frei”, “Links 1-2-3” o “Sonne”, la sensación de estar hirviendo en una olla a presión se hacía cada vez más fuerte. Ni la estúpida gesta de un incosciente que subió al palco y se expuso al lanzallamas de Till, pudo ofuscar un espectáculo que, como el anterior, será imposible de borrar de la cabeza de cada uno de los asistentes. Rammstein son Rammstein. Siempre lo han sido. Siempre lo serán. Y, si hay algún adjetivo que pueda calificarlos, creo que la palabra únicos sería la más adecuada.

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